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Cree
Mira siempre de frente al horizonte y si vuelves la vista a tus espaldas, que sea para hundir el mal del hombre que quebró tu cariño y tu esperanza.
Sigue siempre adelante, que el camino se abre más amplio cada vez que pasas. La luz es para todos, y el destino nos prueba a veces, y otras nos encauza.
No esperes vanas ilusiones muertas, no creas más en lo que tú batallas, que cuando tu morada esté desierta, muy pocos buscarán recuperarla.
Pero cree en la vida porque es bella y en la gente que de tí no se separa.

Espero ser tu amiga!

LA AMISTAD ENTRE LAS ALMAS

por Francisco-Manuel Nácher




Está claro que cada cosa aparece a la existencia cuando llega el momento oportuno. Porque todos los objetos y las técnicas y los organismos y los sistemas no son sino símbolos, a nivel físico, de ideas, de arquetipos, de planes de futuro, forjados por los seres creadores, sean

éstos hombres, ángeles o dioses.


Pues bien, no cabe duda de que la amistad entre las almas ha sido siempre un ideal. El hombre ha caminado a tientas, durante milenios, en busca de las almas más afines. Y no hablo de las almas gemelas, que no existen, sino de las almas complementarias, las que pueden admirar nuestras buenas cualidades y comprender y perdonar las malas, y cuyas características encajan perfectamente en nosotros. Siempre, sin embargo, se ha visto dificultado ese encuentro por cuatro circunstancias, prácticamente insalvables: la apariencia física, la incomunicación, la distancia y la edad.


La apariencia física, el ser más o menos agraciado, el tener un cuerpo más o menos agradable, unos modales más o menos atractivos, unos miembros más o menos proporcionados, ha hecho, a lo largo de los siglos, que casi nunca hayamos encontrado a esa alma. Y tanta

importancia se le ha dado al problema que ha dado lugar a cuentos tan sugestivos como el de La Bella y la Bestia y otros similares. Pero ha seguido y sigue siendo una barrera: si una persona no nos resulta agradable desde el punto de vista de la apariencia física, no nos sentimos inclinados a profundizar en su alma, en sus sentimientos, en sus verdaderos tesoros internos, que son los que el alma, sin ser demasiado consciente, anhela conocer y valorar.


La incomunicación, por su parte, ha hecho que no se haya podido ni siquiera saber si esa alma complementaria existía y, en caso de existir, en qué país, en qué región, en qué lugar se encontrarla.


La distancia ha hecho que, aunque hayamos conocido la existencia de esa alma complementaria, y hasta la hayamos podido contactar, no nos haya sido posible dialogar suficientemente con ella sobre los mismos temas, ni identificarnos en el sentir, el pensar, el hablar, el hacer. La distancia ha sido siempre el gran enemigo.


La edad ha sido la última barrera. Hemos tendido a buscar a los de nuestra generación, despreciando, por ignorancia, a los mayores y a los menores, sin tener en cuenta que todos somos espíritus viejísimos que han vivido infinidad de vidas.


Esa situación de impotencia hubiera continuado durante milenios si la técnica no hubiese venido en nuestra ayuda y cambiado los términos del problema. Porque ahora, por medio de internet, pueden entablarse verdaderos diálogos entre almas. Cada uno expone sus ideas, sus

sentimientos, sus inquietudes. Y, poco a poco, va dejando traslucir lo que de positivo y de negativo tiene. De modo que su alma, su modo de ser y de pensar y de reaccionar, su creatividad, su ternura, su piedad, su delicadeza, su altruísmo, su espíritu de sacrificio, sus aspiraciones, etc.


se van trasluciendo en sus escritos, que pueden ser infinitamente más frecuentes y fáciles que nunca.


Y eso, hasta ahora había sido imposible. Fijémonos en que, con internet, han pasado a ser irrelevantes la apariencia física, la incomunicación, la distancia y la edad. Y se están entablando diálogos maravillosos, en los que las almas se comunican sin tener en cuenta lo

accesorio, por la sencilla razón de que no se percibe. Y ya han surgido matrimonios internéticos que, curiosamente, al llegar al altar, se conocían, sin haberse visto antes, mejor que todas las generaciones anteriores. Y eso va a cundir. Y sería maravilloso: conocerse primero por dentro y, luego, por fuera.


Salvo que hagamos una trastada, demos un paso atrás, y recreemos, artificialmente esta vez, las barreras que habíamos logrado derribar. Y digo esto porque ya están en funcionamiento las cámaras adosadas a los ordenadores, que nos permiten ver a nuestro interlocutor. Cierto que, con ello, siguen desaparecidas la incomunicación y la distancia como enemigos de las parejas ideales. Pero no la apariencia física ni la edad que, desgraciadamente, volverán a hacer imposible el encuentro de muchas almas y el consiguiente disfrute de los mismos temas y los

mismos sueños y las mismas inquietudes, al margen de que esa relación termine o no en una pareja real y físicamente consolidada. Internet es el instrumento moderno del amor platónico, del amor ideal, de la entrega total y sincera, del disfrute del espíritu por encima de la materia…



Y es una lástima que la imagen, la materia, venga una vez más, a frustrar esos encuentros y esas identificaciones y esos sueños del espíritu.